Durante los últimos meses, la organización ha ido retirando los recortes aplicados tras la pandemia, tratando de adaptarse a un mercado más competitivo. Sin embargo, el escenario se complica: el Brent y el WTI cerraron la semana con pérdidas cercanas al 7 %, golpeados por temores de exceso de oferta y un menor crecimiento de la demanda global. Aun así, las fuentes dentro del grupo anticipan que se aprobará un nuevo aumento de alrededor de 137.000 barriles diarios, con posibilidad de una cifra mayor si las negociaciones avanzan.
La paradoja es evidente: muchos países de OPEC+ no consiguen llegar ni siquiera a sus cuotas actuales. Problemas técnicos, inversiones insuficientes y dificultades logísticas han reducido su capacidad efectiva. Solo Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos cuentan con margen real para aumentar la producción. Por eso, este anuncio se interpreta más como una señal política y estratégica que como una inyección inmediata de barriles al mercado.
Desde Riad, la visión es clara: mantener el liderazgo de OPEC+ y evitar que otros productores, especialmente en Norteamérica, sigan ganando cuota. Además, la organización quiere enviar un mensaje de unidad interna, mostrando que las decisiones se toman de forma coordinada incluso en un contexto de precios más bajos.
Para los inversores y traders, el foco se centra ahora en tres variables: la velocidad con que se implementen esos aumentos, la capacidad de cada país para cumplirlos y la reacción del mercado de futuros ante la noticia. Un incremento de oferta en medio de un consumo débil podría seguir presionando a la baja los precios, aunque la volatilidad también abre oportunidades tácticas para quienes operan en derivados.
En resumen, OPEC+ juega una partida compleja: sostener su credibilidad sin ahogar los precios. Si el aumento se queda en lo simbólico, el impacto será limitado. Pero si realmente logran poner más crudo en el mercado, podríamos ver una nueva fase de ajuste en los precios durante el último trimestre del año.

