En Asia, las bolsas arrancaron con ganas de subir, pero la euforia se apagó rápido. Los sectores tecnológicos y de semiconductores mostraron algo de resistencia, pero no lograron contagiar al resto del mercado. Japón encabezó las caídas, seguido de China y Hong Kong, donde la preocupación por nuevas tensiones comerciales y restricciones industriales volvió a presionar los precios. En resumen, la región muestra una fragilidad creciente ante cualquier chispa geopolítica.
En Estados Unidos, el ambiente fue algo más constructivo. Desde Washington se lanzaron mensajes más conciliadores hacia Pekín, lo que permitió un leve rebote de los índices. Aun así, los inversores no terminan de confiar: la historia reciente les ha enseñado que una palabra amable no basta si los aranceles y las medidas recíprocas continúan sobre la mesa. Por ahora, la estrategia pasa por esperar y observar sin asumir riesgos innecesarios.
En medio de esta tensión, los activos refugio vuelven a ocupar el centro del escenario. El oro, impulsado por la búsqueda de seguridad, retoma su senda alcista. El petróleo también logra un respiro, favorecido por las expectativas de un tono más calmado en la disputa comercial. En cambio, las criptomonedas sufren, reflejando que el apetito por el riesgo sigue a la baja.
A este panorama se suma un nuevo frente: el de los puertos. Estados Unidos y China han comenzado a aplicar tarifas portuarias recíprocas, extendiendo su pulso comercial a la logística marítima. Pekín, además, ha endurecido el control sobre la exportación de tierras raras, un recurso clave en la industria tecnológica. Los analistas advierten que si esta espiral se mantiene, el impacto sobre la cadena de suministro global será inevitable.
Con todo, los mercados se mueven entre la esperanza y la prudencia. Las probabilidades de que la Reserva Federal recorte tipos este mes siguen siendo altas, lo que podría ofrecer un respiro a los inversores. Pero la verdadera estabilidad dependerá de un gesto real entre Washington y Pekín, no solo de promesas.
Por ahora, el mensaje es claro: tiempos de cautela, carteras equilibradas y mirada larga. El corto plazo seguirá marcado por la volatilidad, y solo quienes sepan leer las señales sin dejarse llevar por el ruido podrán aprovechar las oportunidades que surjan en medio de la incertidumbre.

