El centro de atención vuelve a estar en Asia. El yuan se debilitó hasta las 7,32 unidades por dólar, su nivel más bajo desde mediados de septiembre, después de que los nuevos datos comerciales de China mostraran un enfriamiento del crecimiento de las exportaciones y una caída inesperada de las importaciones. Este nuevo tropiezo reaviva las dudas sobre la recuperación del gigante asiático, que sigue enfrentando un consumo interno débil y un sector inmobiliario aún muy castigado.
El Banco Popular de China intentó contener el golpe fijando un tipo de referencia del yuan algo más fuerte de lo esperado, pero el gesto no fue suficiente para frenar la presión vendedora. La falta de medidas de estímulo contundentes mantiene viva la desconfianza entre los inversores internacionales, que buscan señales claras de que Pekín tiene un plan creíble para reactivar su economía.
Mientras tanto, el dólar sigue ganando terreno. El índice DXY, que mide su fortaleza frente a una cesta de divisas, superó los 106 puntos, su nivel más alto en tres semanas. La moneda estadounidense se ve favorecida por los datos sólidos de empleo y consumo en Estados Unidos, que han enfriado las expectativas de que la Reserva Federal comience a recortar los tipos de interés antes de 2026. Los rendimientos de los bonos del Tesoro también repuntaron, reflejando que el mercado sigue descontando un escenario de tipos elevados por más tiempo.
El pesimismo de Asia se contagió rápidamente a las bolsas europeas. El índice Stoxx 600 caía en torno a un 0,6 %, con pérdidas en sectores sensibles al ciclo económico, como el industrial y el de materias primas. En España, el IBEX 35 retrocedía cerca de un 0,7 %, arrastrado por las caídas en los grandes bancos y en las compañías energéticas. En Wall Street, los futuros del S&P 500 y el Nasdaq 100 anticipaban un arranque en negativo, con los inversores pendientes de los próximos datos de inflación de Estados Unidos, que podrían marcar el rumbo de los mercados en las próximas semanas.
El petróleo también cedía terreno. El barril de Brent retrocedía por debajo de los 85 dólares, presionado por las preocupaciones sobre la demanda global, especialmente desde China. El oro, que suele actuar como refugio en momentos de incertidumbre, tampoco escapaba al efecto del dólar fuerte y cotizaba en torno a los 2.310 dólares la onza.
En este contexto, el sentimiento de los inversores se mantiene frágil. La combinación de una economía china que no termina de repuntar, unos tipos de interés altos en Estados Unidos y la fortaleza del dólar crea un escenario complicado para los activos de riesgo. El mercado global se mueve con extrema cautela y cualquier dato económico relevante puede alterar el equilibrio.
Por ahora, todo apunta a que la clave de las próximas semanas estará en el tono que adopte la Reserva Federal y en la capacidad de Pekín para estabilizar su economía. Si China logra poner en marcha nuevos estímulos eficaces, el ánimo podría mejorar, pero mientras tanto los flujos de capital seguirán buscando refugio en el billete verde.
La jornada deja un mensaje claro: la economía china sigue siendo el gran termómetro del riesgo global, y cada signo de debilidad en Pekín se propaga con rapidez al resto del mundo. Con un dólar fortalecido, unas bolsas titubeantes y los inversores atentos a los próximos datos de inflación, la volatilidad promete seguir siendo protagonista en esta recta final del año.

