El apetito comprador es tan fuerte que los volúmenes de calls sobre acciones individuales se han disparado, especialmente en los sectores de tecnología, inteligencia artificial y semiconductores. Empresas como Nvidia y Broadcom lideran estas apuestas, con subidas acumuladas del 38 % y el 45 % respectivamente en lo que va de año. El Nasdaq avanza un 19 %, mientras que el S&P 500 sube un 15 %, señales claras de que el rally no da tregua.
Detrás de este frenesí hay un fenómeno técnico: cuando los creadores de mercado venden opciones call, suelen cubrirse comprando las acciones subyacentes, lo que alimenta aún más el impulso alcista. Este círculo virtuoso recuerda al vivido durante la fiebre de las meme stocks y la burbuja tecnológica de los noventa.
Mientras tanto, la volatilidad del S&P 500 cae a niveles históricamente bajos, cerca del 6,7 %, aunque la volatilidad individual de los valores sube, un signo de que el entusiasmo está concentrado en pocas compañías. La demanda por opciones para capturar subidas supera ampliamente a la de protección ante caídas, una clara señal de euforia.
El Barclays Equity Euphoria Indicator confirma este clima de exceso. Con una media mensual del 14,3 %, está muy por encima de su promedio a largo plazo. Muchos inversores minoristas, impulsados por el miedo a perderse el rally, se lanzan ahora al mercado usando derivados para recuperar el tiempo perdido.
Sin embargo, los analistas recuerdan que estas fases suelen ser efímeras. Cuando el sentimiento se vuelve tan positivo, los retornos futuros tienden a disminuir y las correcciones pueden llegar de forma repentina. Intentar anticipar el techo del mercado es arriesgado: los que apostaron por caídas demasiado pronto han acabado viendo cómo el rally seguía ganando fuerza.
Para los inversores más prudentes, la estrategia pasa por participar sin dejar de protegerse. Mantener una parte del capital en liquidez, diversificar y usar coberturas parciales con opciones put puede ser clave para evitar sobresaltos si el mercado da un giro inesperado.
En definitiva, el FOMO domina hoy los mercados de EE. UU. y eclipsa cualquier preocupación macroeconómica. Pero la historia enseña que las fases de euforia siempre terminan enfriándose. Quien logre mantener la cabeza fría, equilibrando ambición con cautela, será quien salga mejor parado cuando cambie el viento.

