Desde hace meses el gobierno viene remodelando su hoja de ruta en biocombustibles. En 2025 publicó la regulación MEMR 4/2025, que reemplaza normas anteriores y amplía las obligaciones sobre mezclas y estándares técnicos para biocombustibles como etanol y biodiésel. Esa norma apunta a dar respaldo institucional a esta transición.
Sin embargo, ese respaldo normativo choca con la realidad productiva. Para 2024, Indonesia contaba con una capacidad instalada para producir 303.325 kilolitros de etanol, pero solo generó 160.946 kL. Además, importó 11.829 kL para cubrir demandas internas que alcanzaron 125.937 kL, mientras que exportó 46.839 kL. Esa brecha entre potencial y ejecución muestra cuellos de botella que van desde materia prima hasta procesos industriales.
El plan contempla empezar con una mezcla del 5 % de etanol (E5) en 2026, al menos en la isla de Java, como paso gradual antes de apuntar al E10. Esa estrategia escalonada busca evitar desabastecimientos repentinos y permitir que la industria vaya adaptándose. Además, solo unas pocas plantas en Indonesia producen etanol con calidad combustible (fuel grade), lo que retrasa cualquier avance inmediato.
Paralelamente, Indonesia impulsa con fuerza el biodiésel: actualmente exige que las mezclas contengan 40 % de biodiésel (B40) y ha lanzado pruebas de laboratorio para una futura norma de 50 % (B50). De aprobarse B50, la demanda interna de aceite de palma se elevaría significativamente, lo que tensiona el equilibrio entre producción doméstica, precios y exportaciones.
Los riesgos son múltiples: producir más biocombustible usando palma o caña podría implicar deforestación o conflictos por tierra; la infraestructura logística aún no está preparada para mezclas más exigentes; y sin incentivos fiscales o subsidios claros, los sectores privados podrían resistirse ante el mayor costo del etanol frente a la gasolina fósil.
En conclusión, la propuesta de imponer E10 no es solo una medida ambiental: es una jugada para fortalecer la autonomía energética de Indonesia. Pero el éxito dependerá de que el Estado acompañe con políticas coherentes, inversiones en capacidad productiva y un calendario gradual bien calibrado. Este será un proyecto clave para inversores y observadores de los mercados de energía, biocombustibles y materias primas en Asia y el mundo.

