IBM presentó unos resultados trimestrales que, sobre el papel, parecían positivos: los ingresos crecieron por encima de las previsiones del mercado y la división de infraestructura —que incluye los mainframes diseñados para trabajar con inteligencia artificial— se expandió un notable 17 %, hasta alcanzar unos 3.560 millones de dólares. Sin embargo, el dato que más atención acaparó fue la ralentización del crecimiento en la unidad de nube híbrida y software, que pasó del 16 % registrado el trimestre anterior al 14 % actual.
Este descenso, aunque leve, ha tenido un fuerte impacto en la percepción de los inversores. El motivo es claro: gran parte de las expectativas sobre IBM se apoyan precisamente en la capacidad de este segmento para impulsar el crecimiento futuro, en un momento en el que los sistemas tradicionales empiezan a madurar. En un entorno en el que las valoraciones del sector tecnológico ya son exigentes, cualquier indicio de enfriamiento se traduce rápidamente en correcciones bursátiles.
El castigo en bolsa fue inmediato. Las acciones de IBM cayeron más de un 6 % tras la publicación del informe, reflejando el nerviosismo del mercado. A lo largo del año, el valor había avanzado cerca de un 30 %, lo que deja claro que los inversores esperaban una progresión sostenida, especialmente en todo lo relacionado con la inteligencia artificial y los servicios cloud. Pero cuando una empresa cotiza con un ratio de valoración cercano a las 24 veces beneficios, frente a las 18 veces de competidores como Accenture, el margen de error es muy pequeño.
Pese a la reacción inicial, IBM todavía cuenta con factores que podrían devolverle el favor del mercado. Su división de infraestructura se mantiene fuerte, impulsada por la demanda de sistemas preparados para IA. Además, la reciente compra de HashiCorp, por unos 6.400 millones de dólares, se interpreta como una jugada estratégica para reforzar la integración de software y servicios híbridos, un área donde IBM quiere consolidarse. Desde la propia compañía confían en que el crecimiento de esta unidad vuelva a repuntar a “media decena de dígitos” en 2026, lo que, de cumplirse, ayudaría a disipar los temores actuales.
Para los inversores, la lectura es clara: IBM sigue siendo una empresa sólida y bien posicionada en el nuevo paradigma tecnológico, pero necesita demostrar que su apuesta por la nube híbrida y la inteligencia artificial puede mantener un ritmo de crecimiento estable. Si consigue reactivar esa parte del negocio, el mercado podría darle otra oportunidad. Pero si la ralentización se mantiene, el precio actual de la acción podría resultar demasiado exigente.
La jornada deja una lección importante para quienes invierten en tecnología: en un sector donde la innovación y el crecimiento son las monedas de cambio, las expectativas pesan tanto o más que los resultados. IBM no ha decepcionado en cifras, pero el mercado espera más. Y cuando las expectativas son tan altas, incluso un pequeño frenazo puede ser suficiente para encender las alarmas.

