Durante la Semana de la Moda en Milán, firmas como Gucci, Bottega Veneta y Dior presentaron propuestas que rompieron con la monotonía que había dominado al sector en los últimos trimestres. Este impulso estético ha devuelto el brillo a unas marcas que necesitaban reencontrarse con su esencia y con un consumidor que exige frescura sin perder el sello premium.
El efecto contagio se notó de inmediato en los mercados. El entusiasmo se vio reforzado por los sólidos resultados de Richemont, propietaria de Cartier, que superó las previsiones de ventas y dio una inyección de confianza al conjunto de la industria. Aunque las cifras positivas son específicas de la firma suiza, los inversores interpretan estos resultados como una señal de que el lujo europeo podría estar dejando atrás su bache.
Aun así, la prudencia domina entre los analistas. China sigue siendo el gran interrogante: su desaceleración económica continúa pesando sobre las ventas, especialmente en artículos de alta gama. Además, el entorno global sigue marcado por tensiones comerciales y posibles nuevos aranceles, factores que podrían presionar los márgenes en el corto plazo.
Pese a todo, la sensación general es que el lujo ha encontrado un nuevo equilibrio. Las grandes casas están apostando por reforzar su identidad, diversificar mercados y mantener su atractivo aspiracional en un mundo más competitivo. El reto está en consolidar este repunte sin perder la coherencia que distingue al sector.
Conclusión
El repunte de las acciones del lujo europeo no parece un simple rebote técnico, sino la manifestación de un cambio más profundo. Las marcas están aprendiendo a adaptarse a un consumidor más selectivo y a un contexto económico más exigente. Si logran mantener esta combinación de creatividad, estrategia y disciplina, el 2026 podría marcar el inicio de un nuevo ciclo dorado para el lujo europeo.

