Durante los últimos meses se ha observado un salto significativo en la oferta monetaria internacional, medida como M2 (que incluye efectivo, depósitos bancarios a la vista y en ahorro, entre otros). Este fenómeno es especialmente relevante porque, hace unos años, una expansión de liquidez global similar coincidió con una subida espectacular de Bitcoin. Concretamente, analistas señalan que el dinero circulando a nivel mundial pasó de aproximadamente 129 billones US$ a cerca de 137 billones en apenas seis meses, algo que no sucedía desde la fase más aguda de la pandemia. En aquella época, Bitcoin multiplicó su valor por seis en pocos meses.
La hipótesis que ahora toma fuerza es la siguiente: si la liquidez global vuelve a dispararse, y una parte de esos flujos se orientan hacia criptomonedas, Bitcoin podría replicar su comportamiento alcista. Expertos han señalado que, dado un escenario que combine liquidez creciente, dólar débil y una adopción institucional significativa, el criptoactivo podría alcanzar niveles cercanos a los 500.000 US$ hacia 2026.
Por supuesto, esta proyección no está exenta de condiciones. En primer lugar, que la liquidez realmente fluya hacia Bitcoin y no se quede en otros activos de riesgo. En segundo, que los bancos centrales no necesiten retirar apoyo monetario o subir tipos agresivamente ante una inflación persistente. En tercer, que el entorno regulatorio y tecnológico de las criptomonedas no sufra sobresaltos que reduzcan la confianza de los inversores.
En este contexto macro, Bitcoin aparece como un activo de “alto beta” respecto a la liquidez global: cuando la máquina de imprimir dinero se pone en marcha, los inversores tienden a buscar alternativas de valor o especulativas, y allí entra el criptoactivo. Las señales recientes apuntan a que estamos en una fase de reaceleración de liquidez mundial, lo que abre la ventana para que Bitcoin inicie su siguiente tramo alcista.
Sin embargo, no todo es camino despejado. Si los bancos centrales consideran que la inflación es una amenaza real y actúan antes de lo esperado, la liquidez podría contraerse y el impulso hacia las criptomonedas debilitarse. También existe el factor de que otros activos —como acciones, bienes raíces o incluso otras criptodivisas— capten primero esos flujos de liquidez, lo que reduciría el impacto directo en Bitcoin.
En definitiva, el panorama actual plantea una gran oportunidad, pero también exige cautela. Este momento puede marcar el arranque de un nuevo ciclo alcista para Bitcoin si las condiciones se alinean, pero el inversor informado debe comprender que los resultados no están garantizados. Mantener un enfoque basado en el análisis, la diversificación y la gestión del riesgo sigue siendo esencial para navegar un mercado tan dinámico como el de las criptomonedas.

