Durante meses, el Banco de Inglaterra defendió una regulación firme para los stablecoins con el objetivo de proteger la estabilidad financiera del país. El plan original imponía límites de tenencia tanto a individuos como a empresas y exigía que los emisores de estas monedas digitales contaran con activos de respaldo totalmente líquidos y supervisados. Sin embargo, la reacción de la industria no tardó en llegar. Exchanges, fintechs y asociaciones del ecosistema cripto advirtieron que esos límites eran poco realistas y que podrían empujar la innovación fuera del Reino Unido hacia países con regulaciones más flexibles, como Estados Unidos o jurisdicciones dentro de la Unión Europea.
Ante esta presión, el Banco de Inglaterra ha empezado a revisar su propuesta. La nueva línea de trabajo se centra en ofrecer exenciones específicas para empresas que, por su actividad, necesitan manejar grandes volúmenes de stablecoins. Se trata de una concesión clave para que las compañías del sector puedan mantener operaciones de liquidez, pagos o custodia sin quedar atadas a un techo operativo. La medida, según fuentes cercanas al proceso, busca mantener a Londres como un centro atractivo para la innovación financiera y evitar una fuga de talento y capital hacia otras regiones.
El cambio de rumbo también coincide con el desarrollo del Digital Securities Sandbox, un espacio regulado que permite a empresas probar nuevos modelos de negocio basados en blockchain. Dentro de este entorno, el BoE planea permitir que los stablecoins actúen como activos de liquidación, lo que acercaría aún más la infraestructura financiera tradicional a la tecnología cripto. Este paso representa un movimiento estratégico hacia la integración entre el dinero digital y los mercados financieros convencionales.
El giro del Banco de Inglaterra no solo tiene implicaciones regulatorias, sino también simbólicas. Andrew Bailey, gobernador del BoE y uno de los críticos más firmes de las stablecoins en años anteriores, ha comenzado a suavizar su discurso. En sus últimas intervenciones públicas ha reconocido que estos activos digitales pueden desempeñar un papel importante siempre que se sometan a normas claras y transparentes. Su mensaje ahora apunta a un equilibrio entre seguridad y competitividad, una fórmula que busca mantener a Londres como referente financiero en la era digital.
Para los inversores y empresas del sector, esta apertura representa una señal de confianza. Una regulación más flexible podría aumentar la liquidez, facilitar operaciones y atraer proyectos que antes descartaban el Reino Unido por sus trabas regulatorias. En un contexto donde Estados Unidos y la Unión Europea avanzan con sus propios marcos legales, la postura británica marca la diferencia entre un modelo cerrado y uno orientado al crecimiento.
En España y el resto de Europa, el impacto se seguirá de cerca. Aunque la regulación comunitaria MiCA ya fija un marco común para los emisores de stablecoins, el enfoque británico puede servir como referencia práctica o incluso como competencia directa en el terreno de la innovación financiera. Si el Banco de Inglaterra consigue equilibrar prudencia y apertura, Londres podría consolidarse como un centro global para la tecnología blockchain y las finanzas tokenizadas.
La nueva estrategia del BoE refleja que el debate sobre cómo regular el dinero digital está lejos de resolverse. El reto será establecer reglas claras sin frenar la adopción. Si lo logra, el Reino Unido podría recuperar su posición de liderazgo en el mundo financiero, esta vez desde la vanguardia cripto.

