Durante la sesión norteamericana, la libra se revalorizó alrededor de un 0,6 % frente al dólar, cotizando cerca de 1,34 después de tocar mínimos en 1,33. El cambio de tono en Washington ha sido determinante. Bessent dejó entrever que Estados Unidos podría prolongar la pausa en los aranceles a productos chinos, lo que los inversores interpretaron como un intento por aliviar tensiones comerciales y evitar una escalada que podría dañar la economía global.
Por su parte, Jerome Powell ofreció un discurso más prudente de lo habitual. Reconoció que el mercado laboral muestra signos de debilidad y que la política monetaria de la Fed debe orientarse hacia niveles más “neutrales”, alejándose de la dureza que caracterizó los últimos meses. Este matiz provocó ventas de dólares, al tiempo que reforzó la percepción de que los tipos de interés podrían haber alcanzado su punto máximo.
En el Reino Unido, Andrew Bailey, gobernador del Banco de Inglaterra, confirmó que los datos recientes respaldan la idea de un enfriamiento del empleo. Además, el Gobierno británico prepara el Autumn Budget, que incluirá previsiblemente subidas de impuestos y recortes del gasto público con el fin de estabilizar las cuentas nacionales. Estas medidas, aunque necesarias desde el punto de vista fiscal, podrían limitar el potencial de crecimiento y presionar a la libra a medio plazo.
Desde el punto de vista técnico, el par se mantiene en terreno positivo, pero la tendencia sigue siendo frágil. Si los compradores logran consolidar la zona de 1,34, el siguiente objetivo se ubica en torno a 1,3420 y luego 1,3470. En caso contrario, una caída por debajo de 1,3250 abriría la puerta a una corrección más profunda hacia 1,3180, donde pasa la media de 200 días.

