El índice Shanghai Composite cerró con un descenso del 0,2 %, tras haber llegado a desplomarse más de un 2 % en los primeros compases de la sesión, mientras que el CSI 300 perdió un 0,5 %. En Hong Kong, el Hang Seng cedió un 1,5 %, después de tocar mínimos del día con una caída del 3,5 %. A pesar de ello, algunos sectores lograron escapar del rojo: las compañías de tierras raras subieron más de un 6 %, beneficiadas por su papel estratégico en medio de las tensiones comerciales, y los fabricantes de semiconductores repuntaron un 2,6 %.
El movimiento de Washington busca presionar a Pekín antes de la próxima cumbre de la APEC en Corea del Sur, donde se espera un encuentro entre Xi Jinping y Donald Trump. Pekín, por su parte, ha calificado los nuevos aranceles como una medida “hipócrita” y asegura que responderá de manera proporcional.
La reacción de los mercados ha sido inmediata. El índice de volatilidad del Hang Seng se disparó un 30 %, su nivel más alto desde abril, mientras que los bonos a largo plazo de China subieron, reflejando el retorno del dinero hacia activos considerados más seguros. El yuan, que se había debilitado tras el anuncio de Trump, logró recuperar algo de terreno gracias a la intervención del banco central.
A pesar del nerviosismo, algunos analistas creen que el impacto podría ser limitado en comparación con episodios anteriores. La economía china ha mostrado signos de recuperación en los últimos meses, impulsada por un repunte de las exportaciones y el consumo interno. Sin embargo, la incertidumbre política vuelve a pesar sobre el ánimo inversor, en un contexto en el que los mercados venían de máximos de una década.
Para los inversores, este episodio sirve como recordatorio de que el riesgo geopolítico sigue siendo una variable clave a tener en cuenta. La diversificación y la gestión prudente del riesgo vuelven a ser esenciales en un entorno en el que una simple declaración puede mover miles de millones en cuestión de horas.
El rally chino, que llevaba acumuladas subidas de más del 25 % en lo que va de 2025, podría haber encontrado su punto de inflexión. La nueva ofensiva arancelaria de Estados Unidos no solo pone en jaque la confianza en Pekín, sino que también amenaza con desestabilizar los mercados globales a las puertas de un cierre de año que se preveía optimista.

